Y fue en el … ya ni me acuerdo… pero hace más de 11 años que tras muchos dolores físicos, pérdidas constantes, sentirme juzgada y observada por «profesionales» que llegaron a decirme que eso era «lo normal» y que yo era una histérica, me diagnosticaron la endometriosis, una enfermedad silenciada; la enfermedad que se esconde tras los dolores menstruales. La patología que nos tacha de locas e hipocondríacas en muchas ocasiones y que tiene un promedio de diagnóstico entre 7 y 10 años, si tienes suerte, yo la tuve.

Pero vamos por partes, es una enfermedad que mucha gente desconoce, incluso profesionales de la medicina. Voy a contaros qué es exactamente esta patología, que no nos olvidemos afecta (que sepamos) a entre el 10 y el 15 % de mujeres en edad fértil y que una de las consecuencias, a parte de los dolores horrorosos que te llegan a incapacitar, es la infertilidad.

«La endometriosis es la implantación y crecimiento de tejido endometrial fuera del útero».

Y cuando dicen fuera del útero quiere decir que la muy «porculera» puede «asentarse» en la pelvis, los ovarios, los intestinos, los riñones, la vejiga. ¿De dónde viene? Pues por desgracia siguen investigando y dando palos de ciego en éste aspecto, pero lo que sí tienen claro es que NO tiene CURA.

Si quieres saber un poco más sobre los síntomas, el porqué, y posibles tratamientos te recomiendo visites la página de la ADAEC (Asociación de afectadas por endometriosis estatal) que es una de tantas páginas que tratan de nuestra enfermedad, pero lo explica divinamente.

Y ahora te preguntarás ¿cómo lo soportamos?. Solemos tener el umbral del dolor muy alto, pero mucho y «nos chutamos» analgésicos de todo tipo, incluso morfina. Nos hormonamos con las consecuencias que ello conlleva. Pasamos por tratamiento quirúrgico como la laparoscopia para extraer los tumores; y finalmente, si es insoportable, nos proponen pasar por una laparotomía sin garantías de que se reproduzca la enfermedad.

«Somos Endoguerreras»

Lo dicho, somos endoguerreras y luchadoras natas. No hace falta que te explique el porqué, ya que si tienes un poco de empatía y sentido común no sólo lo habrás comprendido, sino que te habrás puesto un minuto en nuestro lugar. Incluso te habré sacado algún suspiro que otro.

Pero esto no se acaba aquí, que la ciencia cuando se pone a «dar regalos» los Reyes Magos en una familia numerosa se quedan cortos. Ahora viene, si cabe, lo que más nos duele en la «psique» y nos deja tocadas como mujeres que somos, y me refiero a la infertilidad y a los dolores en las relaciones sexuales.

Se calcula que entre un 30 y un 40% de las mujeres a las que se les diagnostica infertilidad sufren de endometriosis, y que más de la mitad de las «endogirls» son infértiles, y digo son, porque yo tuve la suerte de tener dos hijas; por lo que esta enfermedad silenciosa se convierte en la 3ª causa de infertilidad.

Como en todo, cada caso es un mundo, pero puede ser porque haya un efecto tóxico en los espermatozoides; porque afecta a la implantación del embrión en el endometrio o porque la trompa de Falopio es incapaz de atrapar al óvulo cuando es expulsado del ovario. Sea lo que sea, quedarse embarazada sufriendo esta enfermedad es complicado, y en ocasiones, como la mía, milagroso.

Uno de los «tratamientos» que suele funcionar para paliar los dolores es precisamente estar embarazada. ¿A que tiene gracia?. Por eso muchas de nosotras pasamos por un tratamiento hormonal brutal en el que «engañamos» al cerebro y al cuerpo en general como si estuviésemos embarazadas, por lo que desaparece el período y te aseguro que son unos meses de camino de rosas.

Y fue precisamente cuando estaba finalizando el tratamiento hormonal y en charlas con mi médico de tratamientos para poder quedarme embarazada cuando surgió el milagro. Recuerdo como si fuese ahora mismo que me decía el Dr. que faltaba un mes para acabar el efecto de las inyecciones; que debíamos esperar dos meses, y que llegado el momento, planificaríamos mi «hormonación» para intentar quedarme embarazada por mis propios medios, y que si en dos o tres meses no lo conseguíamos, habría que ir por otros caminos. Sin embargo, mi útero no podía permitirse el lujo de «esperar» los tiempos de las parejas sin este problema.

Al cabo de un mes aproximadamente, recuerdo que estaba en la ducha y tuve una sensación en los pechos que se parecía a cuando me quedé embarazada de mi hija mayor. Esperé un par de días y los pechos habían crecido un poco y estaban como tensos.

Ya en la consulta del ginecólogo, recuerdo que le dije «estoy bien, sólo he venido porque estoy embarazada, su mirada fue una mezcla de pena, lástima, alucinación, incredulidad, pero como buen profesional empático a más no poder y con una psicología brutal para llevar casos de endometriosis, me llevó a la camilla y me hizo un tacto y una ecografía.

Salió en silencio de la consulta y regresó con las enfermeras y dos doctores más. Sus caras eran puro asombro, yo por un momento pensé que me pasaba algo grave. Fue cuando entonces oí la maravillosa frase de «Bea, yo no sé cómo ha podido pasar, pero efectivamente estás embarazada«. Lloré lo que no está escrito, temblaba, me invadió un miedo momentáneo que fue tremendo porque claro estaba sola en la consulta. A nadie le dije nada para no tenerme que oír aquello de «venga cielo que es imposible y lo sabes».

Nueve meses después, tras un embarazo estupendo y mucho más controlado que un embarazo normal, nacía cual torpedo, mi segunda hija que desde el minuto cero que me lo comunicaron decidí se llamaría Gabriella.

La endometriosis me dio una oportunidad, la enfermedad silenciosa y «porculera» me permitió convertirme otra vez en madre; por última vez.

Sobre Mamadedos

No soy experta en nada, y mucho menos en maternidad; simplemente hace 16 años me convertí en MADRE, y desde mi rincón, y partiendo de la base de que soy perfectamente imperfecta, comparto mi particular manera de ver y vivir una maternidad en la que hace ya algunos años hemos abandonado pañales, chupetes, noches de insomnio, pataletas, rabietas y biberones.

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