Como ya avancé el pasado viernes en el post de las 38 Semanas, el día 1 de enero del 2017 a las 3:30 me despertó una contracción. Desperté a David y empezamos a controlar nuevamente las contracciones y la frecuencia era de 5 minutos. La intensidad no era molesta ni dolorosa y con la respiración se llevaba genial. Estuvimos controlando durante dos horas la frecuencia de las contracciones. No había lugar a dudas, el trabajo de parto parecía haberse desencadenado. Eso sí, no había expulsado el tapón mucoso ni había roto aguas. Esto me hacía dudar si sería una falsa alarma o realmente estaba en fase de dilatación.

Sin saberlo mi cuello del útero estaba borrado y ya estaba en la primera fase del parto, estaba dilatando y no me estaba enterando de nada. Pero no os voy a adelantar más, si os apetece leer la crónica entera aquí tenéis un resumen extenso de cómo acontecieron los hechos. En esta entrada os contaré todo lo referido a la fase de dilatación que tuvo lugar en planta y en el próximo post os contaré lo referido al paritorio y a la fase de expulsión. De lo contrario, este post quedaría tremendamente largo y voy escribiéndolo a ratitos con el móvil cuando BabyE está en sus siestas.

El camino hacia el hospital

David se preparó rápidamente y me ayudó a vestirme. Tuve que hacer algunos parones para afrontar las contracciones. Cogimos la maleta del hospital y salimos con el pensamiento de que igual nos mandaban para casa porque aún estaba verde. Vivimos a 25 km del Hospital en el que íbamos a dar a luz, así que queríamos ir con tiempo. También es cierto que siendo 1 de enero de madrugada, la carretera estaba vacía y llegamos bastante rápido.

Las contracciones seguían sucediéndose cada 5 minutos. Aparcamos y fuimos andando hasta las Urgencias del Materno Infantil del Hospital Donostia. Hacía un frío importante y tuvimos que hacer dos o tres paradas para que pudiera respirar. Llegamos a la recepción del Materno, nos cogieron los datos y me dieron mi pulsera identificativa.

Exploración inicial y valoración 

Un celador nos acompañó a la primera planta para que nos atendieran en las urgencias obstétricas. Fuimos andando hasta el ascensor. Tuve que pararme una vez porque me dio una nueva contracción. El celador nos dijo lo siguiente:

Todavía no ha nacido ningún bebé hoy.De todas formas, lo de que te regalan algo es un mito.No te regalan nada.

Enseguida nos enteramos que el primer bebé del año nació a las 5 de la mañana.

Llegamos a la sala de espera y no había nadie. Salió una matrona de la consulta y me mandó pasar a una salita donde te miden tensión y temperatura. Me preguntó por el motivo de mi visita. Me dijo que pasara a la consulta de la ginecóloga. Entramos David y yo en la consulta. Le di mi cartilla de embarazada y me pidió que me desvistiera de cintura para abajo. Me metí en el cuarto de baño y me desvestí y me dio una nueva contracción. Me subí en la camilla y la ginecóloga me hizo un tacto.

Estás de tres ó cuatro centímetros.

Al escuchar esta información, nos sorprendimos mucho. Nosotros pensando que igual íbamos en balde y resulta que las contracciones estaban haciendo su trabajo y ya había empezado a dilatar. La ginecóloga me hizo una ecografía abdominal para comprobar la posición de la niña. No nos dijo nada al respecto. Me vestí entre contracciones. La ginecóloga me preguntó que cuándo tenía que hacerme la analítica del tercer trimestre de embarazo. Le dije que tenía la extracción el día 4 de enero. Me dijeron que la analítica me la iban a hacer en aquel momento y que tenía que pasar a monitores durante media hora.

Monitores

David y yo pasamos a otra estancia de la zona de urgencias del materno infantil. Allí había otra matrona, varios sillones y varias máquinas para monitorizar el latido del bebé y las contracciones. Mientras tanto, la matrona procedió a hacerme la extracción de sangre. Le advertí de que mis venas son chungas pero de nada sirvió. Me hizo una escabechina del quince para sacarme tres tubos de sangre. También tuvo problemas para localizar el latido de BabyE con la máquina para monitirizar. Os puedo asegurar que esta matrona fue la peor de todo el parto. No sé si le fastidié el sueño o venía de empalmada al trabajo pero su cara lo decía todo.

Cada vez que me venía una contracción, yo me concentraba en hacer mis respiraciones y David me decía el valor de las mismas. Como ya he dicho, no eran dolorosas y eso me hacía llevarlo genial. Una vez estuvimos en los monitores algo más de media hora, volvimos a la consulta de la ginecóloga para que nos dijera si íbamos a ingresar en habitación o a paritorio directamente. Me volvió a explorar y me dijo que estaba de cuatro centímetros. Finalmente, ingresamos en planta para continuar dilatando. BabyE iba a llegar el día 1 de enero.

Ingreso y aviso a nuestros padres

Casualidades de la vida, nos dieron la misma habitación que cuando ingresé por gastroenteritis en julio de 2016. Nada más ingresar me puse el sexy camisón que te facilitan en el hospital. Ya sabéis, es de esos que se atan con una lazada al cuello y que te dejan el cucu al aire. Movilidad y ventilación al máximo. Al poco tiempo vino una auxiliar de enfermería a decirnos si queríamos desayunar y al cabo de 10 minutos nos trajo un vaso de leche con galletas a cada uno. Todo un detalle que sólo pasa en «la primera verde». Eso sí, antes del desayuno vino la matrona zombie y chupa sangres a decirme que debía sacarme un nuevo tubo de coagulación porque la primera muestra era insuficiente y sin ese resultado no podían ponerme la epidural en caso de que la quisiera. ¡Menudo desastre!

Mientras tanto, decidimos que debíamos avisar a nuestros respectivos padres. Así que mientras yo seguía concentrada en las contracciones, David llamó a mi madre a eso de las 7:30 de la mañana. Obviamente, le despertó y se quedó alucinada porque aunque el día anterior estuvimos con ellos y ya tenía contracciones, pensábamos que por la noche pararían. De hecho, mi madre tenía medio montada la mesa para la comida de Año Nuevo y la celebración del 40 cumpleaños de mi hermana. Sí, tía y sobrina comparten día de cumpleaños con 40 años de diferencia. Esta es una de las grandes anécdotas y casualidades del parto. La llamada hizo que saltaran de la cama, desayunaran y se prepararan para ir al hospital. Después, David llamó a su madre. Según me contó, su madre no mostró ni sorpresa ni emoción al decirle que estábamos de parto. Mi suegra es un tanto especial emocionalmente hablando. Quizás algún día os hable de ellos. El caso es que como era festivo y los servicios de transporte público empezaban a funcionar tarde, mis suegros fueron a buscar a mis padres.

Monitores, pelota de pilates y bolsa de agua caliente

Las contracciones seguían siendo cada 5 minutos. A las 9 de la mañana vino una nueva matrona a presentarse, sería quien me iba a acompañar hasta entrar en patitorios. Me dijo que si quería una pelota de pilates. A la media hora la tenía en la habitación. Que, por cierto, estábamos solos en el cuarto y eso ayudaba a llevar mejor las contracciones. Traté de evitar estar tumbada, pues las contracciones eran más molestas en esa posición. Sentada o de pie estaba mucho mejor.

Eso sí, durante la mañana tocó estar casi una hora con monitores, tumbada. Pero bueno no notaba dolor en las contracciones aunque se iban intensificando cada vez más. Cuando terminó la monitorización, me fui directa a la pelota de pilates. Era donde mejor estaba sin lugar a dudas. Estaba haciendo ochos y me aliviaba la zona lumbar mucho. En una de estas fui al baño y vi como estaba expulsando el tapón mucoso. Es bastante escandaloso y en mi caso salía con restos sanguinolentos. Se lo comenté a la matrona que vino a traerme una bolsa de agua caliente para la zona lumbar. Tan caliente estaba la bolsa que me hizo una pequeña quemadura en la piel.

Hacia el mediodía la matrona, que era muy respetuosa y me iba indicando cuáles iban a ser sus siguientes procedimientos, me hizo una exploración y ¡ya estaba dilatada de 5 cm!. Me dijo que si quería podía seguir allí o pasar a paritorios. Si decidía trasladarme a paritorios, eso sí, debía estar monitorizada durante todo el tiempo. Me lo pensé, no lo tenía claro y si lo llego a saber igual me hubiera quedado un rato más en planta porque estar tumbada todo el tiempo no era la mejor posición para afrontar las contracciones que seguían sin ser dolorosas pero sí eran molestas y cada 4 minutos.

Oxitocina everywhere

He de reconocer que me sorprendí a mí misma de lo animada y bien que estuve durante esta primera parte del parto. La oxitocina que estaba liberando mi cuerpo me permitió disfrutar y seguir dilatando de forma natural y sin apenas enterarme. Puede que haberme puesto de parto antes de la Fecha Prevista de Parto también tuviera algo que ver en cómo afronté la situación. El hecho es que las matronas me daban muy buenas vibraciones y me decían que lo estaba haciendo genial. Eso sí, en cada contracción, desconectaba de todo y me centraba en hacer respiración consciente para aliviar molestia y oxigenar a mi princesa.

Sobre Esther B.A.

Soy Esther, una mujer inquieta, una mamá de alta demanda y profesional de la educación.

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