El pasado miércoles 22 de este mes tenía cita con mi nuevo dentista, situado en el barrio donde viven los padres de Ms. E, es decir, que me queda más a mano que el que fuera mi dentista hasta el momento. Hice el cambio simple y llanamente porque tuve unas experiencias nada recomendables con el anterior: tenía una tarifa demasiado alta por cualquier cosa que te hacía y porque en las últimas ocasiones no te avisaba de que te iba a entrar algún arreglo y luego te venía que ya te lo había hecho y tenía que cobrártelo, vamos unos jetas de cuidado. Por no mencionar aquella ocasión en la que me querían cobrar más del doble de lo que me habían hecho por equivocación, según ellos, pero si caías pues mejor que mejor, ¿no?. En pocas palabras, el cambio ha resultado ser un acierto. Paso a contaros mi última visita a este centro nuevo.

Primeramente comentaros que a mi nunca me han gustado las ostentaciones a la hora de ir a un dentista, con ello me refiero a todos esos títulos que cuelgan de las paredes como si se tratasen de los mismísimos Premios Nobeles año tras año, vamos seres muy superiores a ti. Con unos poquitos que se expongan ya basta, ¿no creéis?. Eso es lo que había en el anterior, no obstante, en este nuevo, los justitos y situados en zonas menos visibles. Tampoco me gustan las salitas de espera que tengan todo tipo de tecnologías puntas, yo con que tengan revistas y radio me conformo, como las de toda la vida.
Pues bueno entré en la consulta porque me había detectado en una anterior cita, donde me hicieron una limpieza, que tenía dos empastes, cosa que me llamó la atención. Nunca había tenido que hacerme nada en la boca aparte de llevar ortodoncia y hacerme las limpiezas rutinarias, y creía o me habían hecho saber que la tenía sanísima, pero bueno todo sea por tenerla en condiciones. El caso es que iba lleno de incertidumbre y ‘relativamente’ tranquilo, si no fuera porque sabía que me tenían que anestesiar y no era muy amigo de esos momentos.
Una vez me anestesiaron sin notar apenas la aguja (cosa curiosa pues en el dentista anterior era un pinchazo punzante que parecía que te perforaba la encía) procedieron con los empastes. Duró unos 50 minutos aproximadamente en los que me mantuve despierto en todo momento y atento a lo que me hacían a pesar de estar muy tranquilo. Lo bueno que tuve es que sólo me tuvieron que dormir la zona de abajo ya que los empastes se encontraban uno al lado del otro, por lo que la operación resultaría ser más corta de la que tuvo mi mujer hacía una semana, a la que tuvieron que dormir arriba y abajo.
Tenía como única referencia la experiencia que mi mujer y claro no fue del todo perfecta, pues salió con la boca dormida completamente y le costó unas 4-5 horas poder comer a gusto. Por no hablar de las molestias que sintió una vez desaparecida la anestesia. Pero como cada boca es un mundo, yo tuve la suerte de sentirme muy bien al salir, con un poco de presión en los dientes en los que me habían hurgado pero poco más. De hecho, fue salir y comerme un croissant con un café con leche y la gente alucinaba. La anestesia me duró unas 2 horas y media.
Supongo que mi boca está a prueba de bombas y más después de haber llevado ortodoncia durante 3-4 años (cosa que ellos siempre te dicen que son menos) y con los dientes hechos un cristo, nada alineados vaya. En resumen, una experiencia buena en un dentista muy cuidadoso, en el que te tratan estupendamente y están pendientes de ti durante todo el proceso. Me voy contento y espero que éste sea el definitivo. 
Y se me olvidaba deciros que para mas inri, es barato. 
Espero no haberos aburrido con esta mi primera vez con empastes y os animo para que me sigáis en una próxima entrega de Confesiones de un Buscador. Mil gracias.
Un abrazo,

 

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